La OMS considera que el cambio climático es «la mayor amenaza para la salud mundial en el siglo XXI». El cambio climático inducido por el hombre ya está afectando la salud de millones y desafiando los sistemas de salud a nivel mundial.
Este cambio afecta la calidad del aire que respiramos, la calidad y cantidad del agua que bebemos y la comida que comemos. La contaminación del aire ya le está costando al mundo más de US$ 5 billones por la disminución de la productividad cada año.
Las condiciones climáticas extremas están poniendo a las poblaciones de todo el mundo en riesgo de inseguridad alimentaria y del agua. Los niños de hoy enfrentan un futuro de peligros climáticos cada vez más graves: cultivos menos nutritivos, contaminación del aire exacerbada por la quema de combustibles fósiles, temperaturas medias en aumento y otras interrupciones relacionadas con el clima en los medios de vida.
El cambio climático también exacerba la incidencia de enfermedades infecciosas. Las temperaturas más cálidas están expandiendo los hábitats amigables con los mosquitos más allá de los trópicos, extendiendo enfermedades como la malaria, el dengue, la fiebre amarilla, el virus del Nilo Occidental y el Zika a nuevas regiones. En 2015, el efecto El Niño permitió que el Zika se extendiera desde Brasil al resto de Sudamérica. En 2012, Estados Unidos registró un récord de 5.500 casos de virus del Nilo Occidental y un aumento del 70% en la fiebre del dengue. Para 2080, el calentamiento global extremo podría exponer a mil millones de personas a enfermedades transmitidas por mosquitos anteriormente y regiones no afectadas como Europa y África Oriental.
La contaminación del suelo plantea un serio desafío para la productividad agrícola, la seguridad alimentaria y la salud humana, pero se sabe muy poco sobre la escala y la gravedad de la amenaza, según advierte un nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La industrialización, las guerras, la minería y la intensificación de la agricultura han dejado su legado de contaminación del suelo en todo el planeta, mientras que el crecimiento de las ciudades ha tenido como consecuencia que se utilice como sumidero de cantidades cada vez mayores de desechos urbanos
La contaminación del suelo a menudo no puede percibirse ni evaluarse directamente, lo que lo convierte en un peligro oculto, con graves consecuencias. Entre ellas afecta a la seguridad alimentaria, al dificultar el metabolismo de las plantas y al reducir los rendimientos agrícolas, haciendo además que los cultivos sean nocivos para el consumo. Los contaminantes dañan también de forma directa a los organismos que viven en el suelo y que lo hacen más fértil.
Y, por supuesto, el suelo contaminado con elementos peligrosos (por ejemplo, arsénico, plomo y cadmio), productos químicos orgánicos como BPC (bifenilos policlorados) y HAP (hidrocarburos aromáticos policíclicos) o productos farmacéuticos -como antibióticos o disruptores endocrinos- plantea graves riesgos para la salud humana.
La contaminación de los suelos afecta a la comida que comemos, el agua que bebemos, el aire que respiramos, y la salud de nuestros ecosistemas. El potencial de los suelos para hacer frente a la contaminación es limitado y, por eso, la prevención de la contaminación de los suelos debería ser una prioridad en todo el mundo
Cuando empezábamos a asomar nuestras narices y recuperarnos lentamente del largo confinamiento, tratando de mitigar los sufrimientos y pérdidas que el virus nos planteó…resurge en escena y en plenitud la preocupación.
Se supone que gestionar el riesgo requiere una compleja integración Inter, Multi y Transdisciplinaria. Un error grave es no utilizar herramientas vigentes que nos ayuden a gestionar mejor.
Aquellos relacionados con el tema tienen que demostrar que están a la altura de las circunstancias y deja expuesto a quienes demuestran no estar a la altura de las circunstancias.